Un Mario Mendoza inclinado por el mercado
Su
libro Buda Blues me agarró del cuello y no me soltó hasta que lo terminara.
Pero apenas tenía 16 años cuando aún lograba esas emociones en mí. Un joven
mucho más inocente y con un gusto menos desarrollado (creo yo). Si mal no
recuerdo, para mis 17 años no me faltaba ninguno de sus libros; había leído
Akelarre, Satanás, Diario del fin del mundo, La melancolía de los feos, entre
sus muchas obras.
En
cada libro siempre tenía muchas sorpresas por sus precisos presagios de
Colombia. Incluso cuando ya no lo leía, pero buscaba cambiar mis libros mal
fotocopiados por unos originales de segunda mano, los vendedores me decían: ¿va
a buscar el libro que predijo esta pandemia? (era El diario del fin del
mundo). Ahí tuve un conmovedor recuerdo, pero ya no exploraba ese tipo de
libros.
Sus
personajes morbosos, de vidas ocultas, con la tragedia encima, ¡Magdalena…!,
Magdalena mi primer gran amor ficticio. La protagonista del intercambio de
cartas en Buda Blues, esa mujer morena, esa misma que tenía todo por ganar porque
su vida no le pudo ofrecer mejores caminos. Magdalena, con un lunar que
orbitaba en su ojo izquierdo, con una obstinación admirable. La conclusión es
que la amé, durante todo el libro yo quería ser Vicente (uno de los amantes de
Magdalena y protagonista del libro).
Lo
que leo en su último libro, Vírgenes y toxicómanos, es un exceso de morbosidad,
escasez de imágenes, lenguaje muy limitado y un juego tramposo de catafóricos, no
quiero volver a uno de sus libros, ¿pero es tan malo caracterizando personajes
como lo hizo en su último libro? Todo esto para seducir a todas las audiencias,
desde jóvenes hasta adultos. Hace el intento de dar alicientes a todas las
generaciones para que entren a sus libros (sin juzgar que saca un libro cada
año y es hiperproductivo, algo que él tanto juzga). Para los jóvenes: un
lenguaje sencillo lleno de catafóricos, para los adultos: un exceso de
morbosidad e historias policiacas.
Esto,
por ningún lado es malo, pero temo que esa conexión con un personaje como
Magdalena no sería posible nunca de hoy a hoy. La caracterización de Antón, el
protagonista en su último libro, es muy superficial y de un afán por crear un
mundo morboso, no son caracterizaciones que logren trascender dentro del libro;
todas las personas que lean olvidarán que Antón es muy estricto y pulcro con
sus rutinas, ¡porque lo mencionó así de explícito como yo lo hago! No me regaló
ni una sola imagen para crear los personajes, que tanta vida le dan a una obra.
Me
da pena que Mario siga sacando libros así, porque mucha admiración tuve en mi adolescencia.
No creo que este tipo de producción literaria venga de la incapacidad de crear
mejores textos, sino de una adaptación de su literatura para el mercado que no
exige mayor calidad y suprime la imaginación.
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