Hoy, algo de inocencia he perdido.
Debo
advertir que el poema al que me voy a referir le he dado mi interpretación con
la pretensión de ser la correcta.
El
poema Noche Sinfónica me ha robado hoy un trozo de inocencia. La primera vez
que entré al libro de La destrucción o el amor de Vicente Aleixandre, esperaba
esas imágenes densas empapadas de surrealismo. No me equivoqué, pero Noche
Sinfónica ha dejado mis pupilas dilatadas, y eso lo comparto con los
protagonistas del poema.
Inicié
mi lectura con una actitud pueril, digna de un lector principiante. Tomaba cada
violín, arpa y arpegio, como la súbita emoción de la música y la sublevación por
una sinfonía. La imagen “Acaso busca la forma de poner el corazón en la
lengua…” creí que venía de la pasión de una letra interpretada por un
vocalista. Al avanzar en las estrofas me enteraba que no todo era música, había
algo de erotismo en el escrito.
Dado
lo difícil que me resulta entender la poesía surrealista, veía el erotismo en
dirección equivocada. Creí que el erotismo era necesario para explicar la excitación
de disfrute por la música. No es hasta “Entonces por los cuellos dulces
melodías aún circulan, hay un clamor de violas y estrellas” veo que la
música no es el objeto directo del poema, que esas imágenes sensoriales de
Aleixandre me eran cercanas, y cuando las usaba no era para la belleza de los objetos.
El
cuello en aquella frase me puso a cavilar durante unos minutos, y descifré la
dirección entre erotismo y música. Hasta algo de vergüenza me genera confesar
esto, pero era obvio; me quedé viendo el dedo mientras señalaba la luna. Las
frases describían los suspiros de asmáticos por el cuello durante la faena, la
arpada rigidez del pecho en el ápice de placer; sin negar la idea que la figura
fémina me nubla la imagen del pecho arpado, los rasguños queriendo ser unas
amorfas lombrices en la piel.
Este
poema logra lo vulgar en belleza, pero se preguntará, ¿qué hay de vulgar en eso?
Y acá temo ser discursivo. Pero la pluralidad de cabezas e intercambio de intimidades
me hace pensar que este encuentro sexual no es sólo de una pareja, sino de múltiples.
Que difícil sería hacer una sinfonía con dos personas.
Tal vez escuchar todo el día Silvio Rodriguéz me dejó romanticista.
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